martes, 11 de marzo de 2008

cuaderno de tyler durden

miércoles, 14 de noviembre de 2007

DECLARACIÓN FINAL

No es el hambre, el bolsillo vacío o el rostro saqueado,
lo que sustenta toda teoría de las calamidades.
No es el sueño, el plagio siempre consciente,
la incertidumbre,
la indiferencia.

Aquel rincón oscuro es el miedo.
Ustedes en la mesa del café un espejismo
¿oyen cantar a las madres como grillos del verano?
Los demonios de los días de guardar
es la gente que se ausenta de las calles.

Pero aquí está la muerte,
pide un beso,
una jeringa,
pasa lista frente al muro de ladrillos de cristal
y todos firmes, han llegado a tiempo para la foto.

Pero yo,
demasiado tierno y sentimental para escandalizar a alguien,
demasiado tímido para repetir la burla
o ser obsceno,
sé que masturbarse en público
aún hoy produce escándalo.
Por lo tanto me retiro,
un tanto avergonzado
a mis espasmos privados.

Hoy lo escribo,
el sábado termina,
más allá de mi cuarto el domingo arde.
Cuesta abrir los ojos en la fiebre del día.
El ayer dejó un poema,
hoy mi voz lo canta.

En esta parte se presenta el invierno
que es un espejismo,
una nostalgia.

El aire que respiro es indolente a la luz
así que permanezco a la sombra.
Para maldecir recuerdo una palabra
traída de la infancia.


No digo mi nombre
como olvidar mi cara en el espejo
y como mi pan sin gloria
sobre esta mesa satisfecha.
Lo que yo es reclama lo que escribo,
lo que hoy digo ha terminado ayer
y sus palabras dan cuenta de mí
desde hace tiempo.


El silencio es elocuente
y es el último recurso:
fruto maduro del escapista,
ángel y demonio de su nada.

Pero sin ser dueño absoluto de mi final
no puedo obedecer al silencio,
debo continuar en la batalla
pero la noche de mis ojos nace
como nace del sol el verdadero odio.

En mi cuarto
la monotonía es un ventilador que no descansa.
Consagrado al conjuro

me celebro y me canto
y me aburro terriblemente.

Aprendo del poema que se destroza en silencio
y que persiste
como el oleaje que golpea mi cráneo.


Todo poema es una bala que deja su fulgor
en la imposible trama del cerebro
y hunde cada letra en el costado
más doloroso de la inteligencia.
Aun sitiado por paredes
el poema va entre tempestades
implorando el arrebato,
la visión memorable,
el golpe, el grito, el insulto.
Todo poema es un arma que corta
el último latido,
el hondo aliento.
Todo poema es una trampa,
un desafío.
Es el rostro de mi mujer que grita
las cinco letras de su nombre en el poema.
Todo poema es el desierto en el que clama,
es el jardín en que se pierde,
misterio de los siete rostros de la noche.
El poema es la tormenta,
la carga detonante,
la voz en el filo de su daga,
palabra de valor atada al miedo,
fuego y devoción,
rabia que maldice.
A veces el poema fracasa como el horizonte
y se queda en el fondo como los naufragios
o como esos autobuses azules
en aquella canción de los Doors,
esos que se alejan sin nosotros
y nos hacen maldecir
el camino de regreso.

I'M SO HAPPY 'CAUSE TODAY I'VE FOUND MY FRIENDSTHEY'RE IN MY HEAD...

He tenido amigos de la fuga y el regreso,
sin libros que devolver,
sin consejos realmente valorados.
Quienes creyeron en la poesía
y despertaron buscando trabajo
o renunciando a ello.
Quienes presintieron un poema a la orilla del sueño
y se hundieron por la vista en las arenas del lenguaje.
Quienes, en un intento de la más alta rebeldía,
se fugaron de una casa en la que vivían solos.
Quienes correctamente vestidos volvían sucios de la calle y la humillación.
Quienes creyeron en mi canción
como en un balbuceo hermoso,
sin tigre ni relámpago,
quienes vieron caer los ideales de un siglo
con los brazos cruzados
pero celebraron un juego de baloncesto,
dicha más grande que todas las revoluciones.

MISIVA DEL SENTADO


Se me ha condenado a esta silla, potro estático y vencido, pieza de los rebaños metálicos en su laberinto de tortura y oficina.

Que no se introduzca, a partir del anterior comentario, una interpretación equívoca de lo que digo.

Nada tengo contra las sillas de cafetería —comúnmente de madera— en su benévolo amasiato con las mesas, mucho menos contra los sillones reclinables.

Mi protesta es contra las sillas de oficina o sala de espera;

ellas trastornan de manera inevitable mi percepción del tiempo mientras lastiman mi espalda.

Pero están aquí, en cubículos y salones, en grandes cuartos iluminados.

Se nos presentan inocentes y nos dan confianza, pero poco sabemos que nuestra vida pasará ante nuestros ojos, con el solo hecho de poner nuestras incautas nalgas en ellas.

Por lo tanto, desde mi dolorosa postura, entre máquinas y papeles de letra inservible,

contra discursos de filosofía laboral, desde los más escondidos recodos de silicio de mi

computadora, dirijo esta misiva a otros como yo, que sufren.

Pero acaso se preguntarán: ¿qué es lo que yo hago en una oficina?

Disculpen el comentario, pero habría que ser estúpido para creer que lo que yo hago aquí es trabajar.

No.

Lo que yo hago es quedarme sin mover un pelo

y sentir mi respiración

mientras espero sin esperar

la hora de salida.

Nada tengo a mi favor y no me importa.

Pero mantengo una convicción:

prefiero la lúbrica naturaleza de la cama o el suelo,

ambos propicios para el sexo y la meditación,

caras opuestas de una misma moneda.

La postura horizontal,

como el canto en la regadera

me favorecen.



---------------------------



REPETICIONES

Quien ve en la costumbre y la rutina formas de crearse un infierno personal, subestima las cualidades de la repetición.

Los actos llevados a una repetición infinita crean la seductora sensación de estabilidad emocional, carente de autocrítica.

Mediante un metódico mecanismo de repeticiones se pueden llegar a construir actos de sublimada perfección: bostezar en el lugar, la hora, el minuto y el segundo exactos en que lo hicimos ayer, de tal suerte que se repitan de manera idéntica y consciente todos los movimientos, aún los más insignificantes.

Es del conocimiento de todos que dicha labor es ardua a grados inimaginables, ya que existen los fines de semana, los horarios de verano y los cambios de programación en la tele; todo lo anterior parece conspirar en contra nuestra.

No está de más señalar que cuando algunas personas tienen la suerte de presenciar tan prodigiosos milagros, incurren en el error de nombrar a dichos fenómenos con el equívoco nombre de déjà vu.

ORACIÓN DEL PRECAVIDO

Hoy tendré cuidado, seré prudente.
Olvidaré toda hazaña de caballería.
El día que viene es complicado,
así que cortaré De tajo mi ansiedad por el futuro.
Cambiaré mi talento por cordura.
La cautela será mi mujer; la responsabilidad, mi madre.
Haré caso a los consejos,
conoceré la pasión por la literatura.
Me acostaré temprano y solo, seré casto.
Llegaré a las citas,
compraré un seguro,
no jugaré con fuego,
seré aplicado en lo sencillo.
Me construiré una autoestima,
no traicionaré a mis amigos con mis cartas marcadas,
ni será de doble cara la moneda que en el aire tire.

Caminará tranquilo el corazón que me reclama.
MANIFIESTO

Soy vulgar, estoy lleno de sentimientos vulgares, gusto de la televisión, el cómic, la pornografía —oh hermosa pornografía—, canciones populares y corridos
que se mezclan en la tornamesa de los complejos habitacionales, todos los excesos están saciados. Lo digo por convicción.
Vivo en una época vulgar, en un tiempo sin brillo, de expresiones vulgares.
El arte está en las revistas, en los espectaculares que detienen el tráfico, en las envolturas de golosinas y cigarros de diseños sorprendentes.
Los diseñadores gráficos son el emblema del artista moderno.
Cumbre de todas las vanguardias, son la forma más sublime de la vulgaridad.
Los poetas callan.
Quedan sólo sus repetidos ademanes, sus espontáneos berridos.
Toda novedad está pasando o queda como la instantánea del futuro del que ya sentimos nostalgia al leer ciencia ficción.
Lo nuevo es un engaño.
Lo original es sólo una mirada constante al pasado.
Los patrones de elegancia impuestos por la moda y los medios son vulgares.
La vulgaridad es una condición perfecta del socialismo; aquí todos somos vulgares, sin importar nuestra clase social.
La raza nada tiene que ver con ser vulgar. En esto todas las razas se igualan.
Nunca se es lo suficientemente vulgar para ser admirado por el vulgo.
Ser absolutamente moderno es ser absolutamente vulgar.
Ser absolutamente moderno es estar pasado de moda.

---------------------


A BORGES

a Virgilio frente al Palatino Monte
a Heráclito en su múltiple cauce erguido
a Cervantes frente al sueño del Hidalgo
a ti Averroes, en el laberinto del lenguaje
a Dante frente a los círculos del sueño
a Chesterton de bastón gastado y artilugio
a De Quincey con su opio y huestes de asesinos
a Mateo y Marcos que buscaban la primicia
al verbo de San Juan
a Shakespeare met the night mare
al horroroso espejo
al tiempo circular del Eclesiastés
al sol del tigre en la página de Blake
a los de Góngora raudos torbellinos
al paraíso: Alejandría soñada
a los dones que me roba la ceguera
a ustedes les digo:
I can get no satisfaction

-----------


MÁS QUE VER el otoño,
el traje sastre de las mujeres,
la camisa de fuerza,
siento un nido de hormigas en los ojos.
La sangre permanece inmóvil frente a los escritorios.
Hay altas ventanas de cristal antes del estallido
y conmutadores de odas beligerantes,
al otro lado de la muerte,
dictan un breve memorando para una cita ineludible.
Papel en blanco,
conejillo de indias que muere en la prosa nuestra de cada día:
por medio de la presente,
mi muy estimado señor,
le dejo las cartas y los oficios de esperar,
joyas del suspenso de los departamentos administrativos.
Pero el paraíso es no salir nunca al sol,
cuidar un sueldo,
el café,
los cigarros,
el viático frugal de un guiño.
¿Para qué entrar en la calle
—último bastión de la aventura—
y con la noche inventar una navegación peligrosa?
Pero no río,
no encuentro en las cosas un eco,
nada me pertenece,
de todo soy cautivo.
Hace falta recuperar el cuerpo,
reconstruir los sentidos del asesino,
la fuerza de la bestia,
ser el dueño único de un crimen
y no tener miedo de confesar
que he pasado más horas delante de este monitor
que frente al rostro de la amada.
FÓRUM

Que no se me critique
por intentar escribir
los versos del desierto
refugiado en el clima estéril
de la plaza comercial.
Si huí del sol fue porque me odiaba.
Si quería escribir la arena
que hacía arder los pies de Elías
tomando un café frente a las vitrinas,
que nadie me juzgue.
Era temprano y todos callaban al ver
algunos libros bajo mi brazo.
Pero cuando bosquejaba el aire violento
que golpeó el rostro iracundo de Isaías,
los coloridos trajes de los empleados
me convencieron de comprar algún placebo hermoso.
Que se me entienda por un momento:
la religión se mudó a los cines
con la variable actuación del Nazareno.
Yo quise andar el camino que va
de Galilea a Jerusalén
pero llegué a la Plaza
y escuché cómo un responso invitaba
a comprar en las rebajas de enero.